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sábado, 15 de diciembre de 2012

Un monopolio que condena a miles de usuarios en el conurbano bonaerense

“La frecuencia es cada vez más espaciada, y hubo días en los que he llegado a esperar 45 minutos para poder subir a un coche”, expresa Pablo, un joven que acaba de acercarse a la parada del TALP S.A. en la rotonda de San Justo. 
Un quiosco, un puesto de diarios, y la garita de la empresa,- que a pesar de la implementación del sistema SUBE, aún vende boletos-, configuran el escenario por el que transcurren miles de pasajeros diariamente a tomar la Línea N° 338, en cualquiera de sus cuatro ramales. 
Desde la fila, la mirada choca con un imponente horizonte de cemento, la bajada de la Ruta Nacional N° 4,- Camino de Cintura-, donde la oposición sindical de la empresa TALP SA, reclama elecciones democráticas,  y mejores condiciones de trabajo con grafitis pintados a mano. 
Los usuarios van llegando uno a uno, y se forman ordenadamente. Saludos de algunos y comentarios sobre el clima, son habituales. Al costado permanecen dispersos sólo los pasajeros de otras líneas locales que comparten la parada. El cansancio de la espera espesa la atmósfera.
Un “Cruce Varela”, frena casi vacío. Los cuerpos ordenados, se amontonan. ¡Cheee, respeten la cola! ¡Respeten la cola! ¡No empujen!, exclaman los pasajeros que sólo quieren volver rápido a sus casas. 
“La empresa hace lo que quiere porque no tenemos otra opción”, comenta un hombre que porta un extraño maletín, mientras intenta pasar hasta el fondo del ómnibus sorteando bolsos y cuerpos que colapsan el pasillo. No pierde la calma. Ronda los cincuenta años. Sube y saluda a todo el mundo. Pide permiso y es amable. Se nota que es un usuario reincidente. El malestar de las condiciones del viaje y la espera parecen no perturbarlo. Está gravemente acostumbrado. 
En el ascenso, los usuarios contraen los músculos de sus brazos sobre sus bolsos o bolsillos para controlar que sus celulares y billeteras permanezcan con ellos. El colectivo se llena más allá de sus posibilidades. Mientras, los excluidos permanecen en la parada a la espera de otro arribo. 
“Yo vivo en La Plata y trabajo en San Justo hace doce años. Cambian los horarios, recortan las frecuencias, ahora por ejemplo, el que va a ‘La Plata’ sale directo de Moron y no para ni ahí en la rotonda. Entonces me obligan a tomarme cualquiera, ‘Alpargatas’ o ‘Cruce Varela’", comenta el hombre mientras deja su maletín en el reducido estante porta equipaje ubicado encima de los asientos. 
En su recorrido hasta ’Puente 12’, el colectivo, deja un tendal de brazos en alto y algunas corridas en vano de los usuarios más atléticos. 
Una chica con un rodete en su cabello abraza su mochila como a un oso de peluche mientras duerme al compás de su música favorita. Dos hombres, sentados detrás, comentan en guaraní quizá lo ocurrido en su jornada de trabajo. Cada uno elije de qué modo se aísla, para no pensar en el viaje. La forma más común son los auriculares que redundan en el paisaje. 
En el fondo, una mujer se levanta con dos bolsas en un pasillo colmado de gente. Quiere llegar hasta la puerta para bajar. Toca el timbre y mira con desconcierto que el colectivo no frena. ¡Parada! Su voz tenue apenas alcanzó a oírse. ¡Parada!, ¡parada!, ¡parada!  La solidaridad construye una cadena de voces que alcanzan al chofer. Desciende. 
En el recorrido se observan las muestras de una argentina profunda, aquí nomás en el conurbano bonaerense, que no ha progresado en forma equitativa, con casas de chapas, carros que circulan juntando cartón y chicos corriendo descalzos. 
A partir de Burzaco, la ruta se vuelve angosta. Y, la pobreza está en carne viva llegando a Florencio Varela. A pesar de que las casas de un gran barrio del Plan federal de viviendas, se estén deteriorando producto del abandono al costado del camino. 

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“El reglamento de transporte, prohíbe a este tipo de línea de media distancia llevar pasajeros parados, ya que son de doble asiento y el espacio del pasillo es sólo de 40 cm. Este dato me lo confirmó un inspector. ¿Qué pasaría si uno choca? Viajamos en verdaderos féretros ambulantes”, escribe José en uno de los foros de transporte público, donde los pasajeros habituales de esta travesía se encuentran para denunciar, convocar a la reflexión y a la toma de conciencia. 
Según lo registrado en la Secretaría de Transporte Nacional, en lo que va de 2012, la empresa Transporte Automotor La Plata S.A recibió la suma de 93 millones de pesos, como aporte de los usuarios y, sólo en octubre alrededor de 8 millones en subsidios estatales. 
Ventanas que no cierran, asientos rotos, falta de aire acondicionado, colectivos varados con reiterada frecuencia, son algunas evidencias de que la inversión no llega, no alcanza o quizá nadie la controla como corresponde. 
La línea Nº 338 se origina en una concesión de la Dirección Provincial del Transporte hace 60 años. Fue operada por unos años por la Cía Colectiva “Costera Criolla”, motivo por el que se la conoce con el apodo de ‘la costera’ en las localidades del conurbano bonaerense. En la década del ’50, la tomó el Expreso La Reconquista, y finalmente, en la década del ’60 la empresa TALP SA. Cubre un trayecto de 120 Km de extensión, encuadrada dentro de la denominación de servicios de ‘media distancia’, según la Ley Orgánica del Transporte Provincial. Siendo las cabeceras del recorrido las ciudades de San Isidro y La Plata. 
"Siempre existió un déficit del servicio en el conurbano", dice Andrea Gutiérrez, investigadora del Conicet y docente de la UBA, del programa de Transporte y Territorio del Instituto en Geografía, en un informe realizado para la ON’G Poder Ciudadano. Según explica, a partir de la década del ‘90 ese déficit se incrementó debido a que la ciudad se expandió más allá del segundo cordón del conurbano. "La ciudad creció y la red de transporte público no encontró la manera de adecuarse a esta estructura territorial que tiene ahora." 
“Somos los que contamos con la mayor cantidad de unidades, en función de la extensión y la densidad de población que cubre la línea”, se defienden las autoridades de la empresa desde su sitio oficial. 
“El año pasado los colectivos no frenaban, no frenaban. Hacía más de una hora que esperábamos en la rotonda de San Justo. La fila que dobla la esquina era interminable. Y, veíamos que algunos colectivos dejaban gente acá y seguían vacíos hasta la terminal que está a dos cuadras. ¡Hay que tomarlo!, gritaron. Y, así lo hicimos. Subimos diez más o menos, y al chofer no le quedó otra que llevarnos hasta La Plata. No tuvimos alternativa, pero uno no puede estar tomando colectivos todos los días”. 
El hombre del extraño maletín recuerda con un dejo de orgullo y bronca ese episodio, mientras el aire fresco del parque Pereyra Iraola golpea su rostro indicando el ingreso a la ciudad de La Plata. La resignación es el sabor amargo que dejan sus palabras ante el reconocimiento de una situación que no tiene perspectiva de mejorar, porque la empresa TALP SA, es la única que cubre este trayecto de forma monopólica.

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